Visitar una viña entre los meses de marzo y abril es quizás una de las experiencias más terapéuticas si escapar de la vorágine de las grandes ciudades se quiere.

Caminar entre sus viñedos llenos de uvas listas para ser cosechadas, admirando ese mantel verde conformado por incontables hileras de parras que ya comienzan a exhibir ciertos tonos rojizos del otoño entrante, es una pausa y un respiro profundo al día a día.

Notas que, a pesar de la tecnología, la selección de la vid sigue siendo completamente artesanal. Concepto que involucra una dedicación y cuidado por lo que hacemos que tendemos a omitir en muchos otros aspectos de la vida cotidiana.

En tiempos de vendimia, los invito a inhalar una gran bocanada de aire a través de estas fotos.

© Nico Altamirano